jueves, 30 de junio de 2011

CABECERA DE JUNIO DE 2011: MATISSE y la ALEGRÍA DE VIVIR

Durante el mes de junio de 2011 la cabecera de selecciónARTE ha sido un detalle de ALEGRÍA DE VIVIR (LE BONHEUR DE VIVRE) de HENRI MATISSE. Óleo sobre lienzo pintado entre 1905 y 1906, mide 175 x 241 cm y se encuentra en la BARNES FOUNDATION, en MERION, junto a FILADELFIA.

Hace tiempo cité en selecciónARTE un libro que releo de vez en cuando: CONCEPTOS DE ARTE MODERNO. Recoge textos de distintos autores comentando los movimientos más representativos del arte moderno, desde el Fauvismo hasta nuestros días, o casi. Del primer capítulo, FAUVISMO, escrito por SARAH WHITFIELD, copio una interesante explicación del cuadro que nos ocupa: es un poco larga, pero vale la pena.



1906 fue un año triunfal para los fauves. El movimiento alcanzó su clímax en el Salon des Indépendants, donde Matisse, como ya ocurriera antes, dominó la exposición. Solamente expuso una pintura, Joie de Vivre, que va mucho más lejos que su obra de 1905. […] Joie de Vivre no es, claramente, una pintura fauve, al menos en el sentido de las obras de 1905; es un paso más allá, que señala la solución de Matisse al problema de adónde y a qué conducía el fauvismo (aunque cabe preguntarse si Matisse llegó a considerar alguna vez esto como un problema, a diferencia del resto de los fauves). Es un cuadro espléndidamente controlado, en el que cada línea y cada espacio contribuyen a expresar calma y tranquilidad: no hay nada superfluo. La atmósfera de lánguida sensualidad es un equivalente plástico perfecto de lo que había imagina do Baudelaire; y está trasmitido admirablemente por los suaves rosas y verdes y las flexibles Contorsiones de las parejas que se abrazan. Todo es lo más liviano posible; hasta los árboles meciéndose al fondo parecen tan transitorios como la atmósfera que expresan. Y se tiene la poderosa sensación de que la obra de Matisse es el resultado de una experimentación y un estudio pacientes, pues el artista exige tal orden y precisión a sus composiciones que nada se ha podido dejar al azar. Dos años más tarde apareció publicada una definición, característicamente lúcida, de cuáles eran sus objetivos:

Lo que busco, por encima de todo, es expresión... La expresión, a mi manera de ver, no consiste en la pasión reflejada por un rostro humano o traicionada por un gesto violento. La disposición en la que ordeno todo lo que hay en mi cuadro es expresiva. El lugar que ocupan las figuras y los objetos, el espacio vacío en torno, las proporciones, todo cumple una misión. La composición es el arte de ordenar los diversos elementos de que dispone el pintor para la expresión de sus sentimientos. En un cuadro han de ser visibles todas las partes, cumpliendo con el papel que se les haya conferido, sea principal o secundario. Todo lo que en el cuadro es innecesario va en detrimento del mismo. Una obra de arte debe ser armoniosa en su integridad; ya que los detalles superfluos usurparían, en la mente del espectador, el lugar que corresponde a los elementos esenciales.

Está claro que semejante afirmación y las obras que la precedieron serían impensables sin el ejemplo de Gauguin y de Seurat, pintores que se marcaron como objetivos composiciones simplificadas y, no obstante, formalmente organizadas. Al igual que Gauguin, Matisse creía que la armonía de los colores debería orientarse hacia los mismos principios que gobiernan la música: «No puedo copiar la naturaleza de un modo servil», escribió. «Debo interpretar la naturaleza y someterla al espíritu del cuadro. Cuando haya encontrado la relación entre todos los colores, el resultado debe ser una armonía viviente de colores, una armonía parecida a la de una composición musical.» Y ciertamente esta pintura hace pensar en una interpretación plástica de una composición de Debussy. El tratamiento que da a su pintura tiene sus raíces firmemente plantadas tanto en las aspiraciones poéticas de Gauguin como en el análisis cuasicientífico de Seurat. Es a la vez visionario y analítico, una pasmosa combinación que es el resultado de años de estudio.

lunes, 27 de junio de 2011

RIÑA DE GATOS / MADRID 1936, de EDUARDO MENDOZA



Anthony Whitelands es un inglés experto en la obra de Velázquez que llega a Madrid en los primeros días de marzo de 1936 para tasar algunas obras de arte. La vida le lleva a conocer a los principales protagonistas del momento, desde MANUEL AZAÑA hasta FRANCISCO FRANCO pasando por JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA; y también al Duque de Igualada y su singular familia. El inglés -bastante tontaina, como le definen en algún momento de la novela- se ve envuelto en las situaciones más inverosímiles y peligrosas en un momento de alta tensión política, y gracias a su ingenuidad, la suerte, y a unos cuantos ángeles de la guarda que le ayudan (desde le propio JOSÉ ANTONIO hasta una fulana adolescente o las dos hijas del señor Duque) consigue salir indemne de la refriega. Con RIÑA DE GATOS / MADRID 1936, EDUARDO MENDOZA ganó el PREMIO PLANETA 2010.

La impresión que he sacado es que MENDOZA ha hecho una gran caricatura, se ríe de casi todo lo que toca en esta novela: de la historia, de la política, del arte, de la nobleza, de los curas, de los militares … de prácticamente todo. Incluso de la propia literatura. Y, por supuesto, del lector. Desde luego, si su intención era escribir una novela seria, le ha salido mal tirando a muy mal: opino que no se puede leer RIÑA DE GATOS en clave mínimamente sesuda. A quienes les divierta una escritura ácida disfrazada de juego inocente, supongo que lo pasarán bien con esta farsa histórica que de vez en cuando pasa ser a ser folletín y de vez en cuando a ser novela de intriga. A quienes no les guste ese juego, o no sepan descubrirlo, pensarán que RIÑA DE GATOS / MADRID 1936 es una novela de lo más forzada, simplona, tontorrona e incluso pretenciosa.

Yo soy más bien de los primeros, y no me importa haber dedicado un rato a leer RIÑA DE GATOS / MADRID 1936. Pero seguramente no todo el mundo pensará igual al terminar; es más, me da la impresión que muchos se sentirán defraudados: avisados quedáis. Y no sé cómo serían las otras novelas presentadas al PLANETA el año pasado, pero el premio a EDUARDO MENDOZA huele más –mucho más- a decisión comercial que literaria: casi siempre lo es, claro, pero en esta ocasión …

miércoles, 22 de junio de 2011

LA FIESTA BARROCA, en la COLEGIATA DE SAN MIGUEL de ALFARO, y TARAZONA


Hace unos años (cinco o seis, si no me equivoco: ¡esto no hay quien lo pare!) fui a Nájera a ver la exposición NÁJERA, LEGADO MEDIEVAL, de la que guardo un buen recuerdo. Se enmarcaba dentro del programa RIOJA, TIERRA ABIERTA, una iniciativa de el Gobierno de la Rioja y la Fundación Caja Rioja que pretende dar a conocer la historia y el patrimonio de esa Comunidad. Así que cuando me propusieron ir a Alfaro para ver la exposición LA FIESTA BARROCA, también organizada por RIOJA, TIERRA ABIERTA, me animé enseguida. Investigué un poco en la red y no me quedó muy claro qué nos encontraríamos, pero … allí estuve hace un par de sábados.

Seguramente a ellos no les gustará mucho que se diga esto, pero lo que cualquiera piensa es que se trata de unas especie de LAS EDADES DEL HOMBRE pero en pequeño, como si fuese una hermana menor. Varias Comunidades han organizando exposiciones de ese estilo con nombres y motivos diversos, y recuerdo haber visitado algunas: por ejemplo una en Játiva (LA LLUM DE LES IMATGES, se llamaba) y otra en Teruel (TIERRAS DE FRONTERA).

En este caso, LA FIESTA BARROCA se fija en la corte de Felipe IV y su forma de celebrar, desde la política hasta el espectáculo pasando por la religión. Y de manera muy específica se centra en la imagen, la moda, el vestido: se han reproducido para esta exposición un buen número de trajes de época, a partir de cuadros. Además, hay algunos ornamentos y objetos litúrgicos, algunas piezas de escultura … En mi opinión el argumento resulta atractivo, pero es escaso, insuficiente: la exposición arranca bien, pero enseguida empieza a repetirse y decae el interés del visitante. Las piezas expuestas sin ser malas no son el no va más, y aunque las reproducciones de los vestidos son en general correctas hay alguna que parece salida de una tienda de disfraces. El espacio expositivo es la COLEGIATA DE SAN MIGUEL, que parece recién restaurada: un templo con cierto atractivo, con una buena sillería para el coro y alguna capilla vistosa, pero tampoco excepcional, y que resulta muy poco legible por la instalación de la propia exposición. Además están las cigüeñas, abundantísimas y orgullo de la casa (insisten en que posiblemente sea el edificio con la mayor colonia de cigüeñas blancas del mundo), que mi me dicen muy poco. En fin, que LA FIESTA BARROCA me ha parecido una exposición entretenida para quienes estén en las proximidades de Alfaro pero que no justifica, ni de lejos, los más de 300 kilómetros que hay que hacer desde Madrid hasta allí para verla.

Pensábamos completar el plan acercándonos a ver el MONASTERIO DE FITERO, pero estaba cerrado hasta bien entrada la tarde y queríamos regresar a Madrid a una hora razonable, así que después de comer el día parecía haber sido del todo fallido.

Menos mal que decidimos acercarnos a TARAZONA, y eso sí que es una visita que vale la pena: salvó con creces la jornada. Ya conocía la ciudad, de alguna parada breve de paso hacia Navarra, y tenía recuerdos fragmentarios de imágenes pintorescas. En esta ocasión empezamos la visita por el ayuntamiento, tan renacentista y con una imagen tan potente. Después paseamos por el barrio judío, cada vez mejor rehabilitado y lleno de vistas y rincones muy agradables (de aquí, supongo, mi recuerdo de pintoresquismo). Y al final llegó la gran sorpresa: la CATEDRAL DE SANTA MARÍA DE HUERTA. Cerrada al público desde 1992, la han reabierto el pasado mes de abril (todavía hay zonas en las que siguen los trabajos de restauración) y es una auténtica joya. Es verdad que es pequeña y con una rehabilitación quizá un punto exagerada (por momentos uno tiene la impresión de que todo es excesivamente nuevo, incluso falso, o de casa de muñecas, de catedral de juguete), pero a la vez todo –interior y exterior- tiene enorme interés. Los restos de pintura gótica, la espectacular base renacentista del cimborrio con escultura y pintura en grisalla, las vidrieras de alabastro pintado, el trabajo mudéjar de la torre y del exterior del cimborrio … una visita estupenda, y muy bien guiada, por cierto: una explicaciones completas y correctas.


Pienso que TARAZONA sí que justifica un buen puñado de kilómetros.

jueves, 16 de junio de 2011

¡VIVIR!, de YU HUA




He leído poca literatura china. Por eso, cuando me recomendaron ¡VIVIR!, sólo me sonaba la película de ZHANG YIMOU, aunque tampoco la había visto … Quien me la dejó –el mismo que me pasó TU ROSTRO MAÑANA- me dijo: “es tu novela”, y ante semejante afirmación me entró curiosidad y me puse a leer en cuanto acabé con LONDON. No sé cuál es el motivo por el que mi proveedor me ha asociado a ¡VIVIR!, pero la verdad es que acertó: me ha gustado mucho.

¡VIVIR! cuenta la vida de Xu Fugui, un individuo que en los años 40 pierde en el juego la fortuna familiar, y a partir de entonces vive en toda su crudeza las peripecias de la reciente historia China: la guerra, la llegada de MAO al poder, la revolución cultural … La vida de Fugui y su familia es dramática, todas las calamidades van llegando sin dejarles apenas un momento de respiro: deshonor, guerra, pobreza, hambre, enfermedad, muerte. Pero al final de su vida (Fugui nos cuenta toda su trayectoria en primera persona cuando ya es un anciano al que sólo acompaña un buey) es un hombre que ha sobrellevado los reveses con lágrimas y sufrimiento –no le quedó otro remedio- pero a la vez está conforme con la vida que le ha tocado: no me atrevo a escribir que está feliz, pero tampoco está simplemente resignado.

¡VIVIR! es una novela llena de fuerza. Cuando uno comienza a leer parece que la historia no dará para mucho, pero a medida que avanza va creciendo y acaba resultando poderosa. Es una novela conmovedora con un protagonista entrañable. No es alegre, pero tampoco es triste. Es de esas novelas en las que el destino es mal aliado, muy malo, pero el protagonista sabe asumirlo, y en lugar de desesperarse va encajando los golpes porque sabe que es el único camino para sobrevivir.

¡VIVIR! no disecciona con detalle la historia China como lo hacen otras novelas (la interesantísima CISNES SALVAJES, de JUNG CHANG, por ejemplo), pero nos da una idea muy certera de los sufrimientos que ha sufrido el pueblo chino por culpa del comunismo. Además, está muy bien escrita. Yo la recomiendo, sin ninguna duda.

lunes, 13 de junio de 2011

MUSEO DEL TRAJE, en MADRID

Ya conocía el MUSEO DEL TRAJE, pero después de ver los tejidos del MUSEO DE ARTES DECORATIVAS me apetecía volver a visitarlo; estuve allí hace unos días.




En primer lugar vale al pena fijarse en el edificio, tan miesino (sigue la pauta marcada por MIES VAN DER ROHE) y tan interesante. Es obra de los arquitectos JAIME LÓPEZ DE ASIAÍN y ÁNGEL DÍAZ DOMÍNGUEZ, que en 1969 recibieron por este proyecto el Premio Nacional de Arquitectura (aunque no se inauguró hasta 1975). Inicialmente fue Museo de Arte Contemporáneo, y así lo recuerdo yo durante mis años universitarios: el Museo y la ETSAM son edificios vecinos. Los jardines que rodean el Museo están cuidados y son vistosos (hasta el punto que parece que se pueden celebrar eventos de particulares), y el recorrido de acceso desde la parte superior de la parcela está bien pensado, bajando hasta la plaza para después pasar por debajo del cuerpo edificado y entrar en la plaza-patio presidido por la torre, que desde esta perspectiva resulta muy vertical, muy estilizada: se clava en el cielo (lástima de la hora de mi visita, que fuerza unas fotografías hacia poniente poco afortunadas …).



La exposición permanente no presenta tanto tejidos como vestidos: es completamente lógico tratándose del MUSEO DEL TRAJE. Me ha gustado el recorrido a lo largo de la historia, por lo que muestra: como siempre, la ropa dice muchísimo de las personas que la llevaban, de sus ideas y de la sociedad donde vivían. Sin entrar en grandes profundidades, sorprende la sofisticación de algunas épocas, la buena ejecución de la ropa, y –una tontería- lo pequeña que era la gente. Me pareció detectar una evolución singular en el desarrollo de la indumentaria: del lujo a la seriedad para volver a la alegría; en el siglo XVIII y principios del XIX la ropa es rica y alegre, pero después, casi hasta los años veinte del siglo pasado, parece que el traje se hace más serio, mas … triste. No soy ningún experto, así que puede que este comentario no sea más que falta de conocimiento por mi parte o se explique sencillamente por las piezas que se exponen: quizá si nos enseñaran otras prendas la lectura sería distinta, no lo sé. El final del recorrido, con la sala dedicada a MARIANO FORTUNY (ahí sí que hay tejidos) y las otras de creadores del XX españoles e internacionales son muy ilustrativas. También vale la pena detenerse un momento en el espacio dedicado al traje regional y a la vestimenta profesional: curioso lo que se expone.

No puedo dejar de decir, de todas maneras, que con independencia de la calidad de la colección, para mi –éste es un comentario absolutamente personal y subjetivo- hay un punto de tristeza en todo el recorrido, de naturaleza muerta: la ropa no está hecha para ser expuesta en maniquíes impersonales dentro de vitrinas, sino para ser llevada por gente concreta …

Además de la colección, la propia exposición está lograda. La luz tenue que pretende conservar las piezas no dificulta una correcta visión, y la ambientación, conseguida con poquísimos elementos, es más que suficiente. La información en soporte multimedia es abundante y complementa bien lo expuesto, y la información impresa y llevable también está muy bien. Además, el doble recorrido que nos ofrece el Museo, uno histórico y otro didáctico, resulta ingenioso: en determinados puntos el visitante puede escapar de la línea histórica (a través de unas oscuras cajas azules de transición, muy abstractas) a la zona didáctica: pensada para los más jóvenes, uno puede tocar tejidos, entender el proceso de fabricación de la tela, verse vestido a la francesa o probarse un polisón.

En fin, que el MUSEO DEL TRAJE es otro museo madrileño que sin ser el no va más (tampoco éste es ni lo primero ni lo segundo ni lo tercero que hay que ver si uno viene a Madrid con el tiempo justo) es altamente recomendable.

Además, hasta los primeros días de septiembre se puede visitar la exposición temporal BASALDÚA*EL TRAJE DE NOVIA, una de las firmas de más calidad del panorama de la moda española actual (me hizo gracia, por cierto, descubrir los trajes de algunas bodas a las que he asistido).

lunes, 6 de junio de 2011

LONDON, de EDWARD RUTHERFURD




LONDON es una novela larguísima e interesante que narra la historia de la ciudad de Londres a través de las peripecias de varias familias que se van relacionando entre sí a lo largo del tiempo: las sucesivas generaciones de Dukets, Doggets, Barnikels, Silversleeves, Bulls, Merediths, Pennys o Flemings viven en el Londres romano, ven construir -o participan en la construcción- de la Torre de Londres, de la Abadía de Westminster y de la Catedral de San Pablo, sufren la persecución de Enrique VIII, asisten a los estrenos de las obras de Shakespeare en el Globe, son testigos de la decapitación de Carlos I, participan en el comercio de la City, emigran en el Mayflower (o casi), luchan contra el gran incendio de 1666, visitan el Palacio de Cristal, reclaman el voto femenino y sufren los bombardeos alemanes sobre la ciudad durante la Segunda Guerra Mundial. Un recorrido que se inicia en el siglo I adC y llega hasta 1997.

Al hilo de las peripecias de esos personajes ficticios, EDWARD RUTHERFURD nos va contando lo más sobresaliente de la historia de Londres: unas veces con más extensión y otras con menos, todos los capítulos son interesantes. Yo, supongo que por deformación profesional, he echado de menos algún pormenor más del crecimiento propiamente urbano de la ciudad. Y me he quedado asombrado (y un poco sobrecogido, porque no lo tenía en la cabeza) ante el problema religioso: me ha gustado mucho cómo explica todo el cisma de Enrique VIII, la persecución, el fanatismo y la forma en que el rigorismo de los puritanos acogota al pueblo: es sorprendente. No quitaré hierro a la inquisición, pero desde luego Cromwell y sus compinches eran tan radicales –o incluso más- que los inquisidores: ya se ve que han sabido crear la leyenda negra, tachando a los católicos de ser lo peor de lo peor, y ellos se han quedado como los demócratas que están por encima del bien y del mal: las mentiras de la historia ...

Mientras leía estas cosas –y otras que también me han llamado la atención- me venía a la cabeza un asunto que es clave en las novelas históricas: hasta qué punto estoy leyendo ficción y hasta qué punto historia. No siempre sé deslindar una cosa de otra, y por eso no me queda más remedio que poner en cuarentena algunas de las afirmaciones leídas; en cualquier caso, se nota que RUTHERFURD ha manejado una documentación amplísima. Y pienso que, aunque no es ni mucho menos imprescindible, quien conozca un poco la ciudad y su historia disfrutará más de la novela: aunque el inicio del libro incluye algunos planos muy sencillos, si el lector conoce Londres se situará mejor en la ciudad y localizará con facilidad los sitios que se van citando; y si sabe algo de historia, detectará quiénes son los personajes reales que se mueven en trono a los ficticios.

LONDON no es un librazo, pero desde luego es muy ameno y se lee muy muy bien: el libro avanza con soltura (las 1.137 páginas pasan volando) y el lector aprende mucho. Ya estoy buscando NEW YORK, otra novela de EDWARD RUTHERFURD con el mismo esquema.